6.

Los pechos de Neus son duros, enormes. Mis dos manos no abarcan uno. Está encima de mí. Moviéndose sin pausa. Me siento un niño de historias manga violado por su maestra lasciva. Intento incorporarme, morderla. Ella me empuja contra la cama. Quiere un orgasmo y nada va a detenerle. Tiene los ojos cerrados. No habla, casi no gime. Está concentrada.
La llamo por teléfono cada dos o tres meses para saber cómo está. Siempre dice que todo bien y me cuenta alguna tontería del trabajo, de la hija, de su vida. Un día me llama y pregunta si me apetece verla. Jamás me he negado. Quedamos en cualquier bar. Ella bebe vinos, yo cervezas. Hablamos horas. Somos muy amigos. Terminamos invariablemente en su cama. Unas veces follamos bien, otras no tanto. Despertamos abrazados con el sol de las siete que atraviesa su ventana.
La conocí en un bar. Noche vieja. Hace años. Bailamos. La invité a cerveza. Aceptó pero dijo que quizás no le convenía. Cuando bebo mucho pierdo la cabeza, dijo. Mejor, dije yo, así me aprovecho de ti y te llevo a mi cama. Igual sí, dijo y sonrió. Hablamos del amor, de los sucedáneos del amor, de su hija «este año lo empieza con su padre». Sobre las cinco de la mañana dije que me iba. «Termino esta cerveza y me voy a casa, si quieres vienes conmigo» Puede ser, dijo. Fuimos a su casa. Amaneció mientras follábamos. Nos besamos tiernos y nos deseamos feliz año.
Se ha corrido, me he corrido enciende un cigarro y lo fuma relajada. Estoy recostado sobre su muslo. La acaricio. Pienso que pronto seré viejo, que debería ahorrar, casarme, tener hijos. Pienso en como sería vivir con Neus.
De pronto mira el reloj. Se levanta apurada. Contemplo su cuerpo mientras se viste, sus tetas enormes que se mantienen firmes a pesar de sus trentaymuchos.
- Tienes que irte, dice, en cualquier momento llega Marta con su abuelo.