33.

Por oscuros motivos del organigrama de la empresa, el responsable directo de Lorena es Joaquim Rodríguez, el jefe de personal. Alguien tenía que ocuparse de la chica de la puerta. Es un tio de cuarentayalgo. Se cuida. Viste bien. Salta a la vista que hace pesas y gasta cremas. Tiene poses de don Juan.
Lorena juega con él. Me dice que le divierte. A veces deja que la invite a cenar. Él intenta acercarse, le regala bombones, flores, alguna pulsera o pendientes caros. Ella se escabulle, al menos eso me cuenta. Supongo se han acostado alguna vez.
En ocasiones comemos los tres a medio día y hago bromas diciéndoles que hacen buena pareja.
- ¿Te animas a dejar a tu mujer por esta moza, Rodri?
Ella sonríe, se pone las gafas de sol, hace poses de modelo. Él se reclina en su silla, niega con la cabeza, besa el anillo en su anular y dice algo sobre la familia o el amor sagrado.
- Pillín - le digo pellizcándole un moflete- hay que darle alegrías a ese cuerpo de gimnasio.
- Deja tranquilo al señor Rodríguez – lo defiende Lorena – que es un caballero, no como tú…
- El señor Rodríguez es un hombre maduro de buen ver, es normal que tenga sus aventurillas…
- El señor Rodríguez está felizmente casado y tiene tres hijas preciosas.
- Gracias Lore, eres un sol, no como este.
- Sabes que lo digo en broma Rodri, ya me gustaría llegar a tu edad con ese cuerpazo y esa piel.
Faltan unos minutos para las tres, es hora de regresar al trabajo. Lorena termina su té con limón, Joaquim el carajillo de whisky.
- ¿Pedimos la cuenta?
- Paga tu Rodri - digo - a estas alturas de mes yo estoy más que tieso.