40.

Sólo estamos en el Calipso Xamantha, yo y una chica que bebe café con leche en las mesas del fondo -café con leche un martes a las nueve de la noche-. Magenta se ha ido a casa. Se sentía mal. La regla, supongo.
Xamantha está locuaz. Cuenta cosas de cuando era niña. No le hago demasiado caso.
- ¿Hace tiempo no ves al guiri? – pregunto.
- Pasó ayer… ¿me estás cambiando de conversación?
- No.
- ¿Nunca hablas de cuando eras pequeño?
- No lo sé… ¿la gente suele hablar de eso?
- ¿Eras feliz cuando niño?
Me quedo un rato en silencio.
- No me acuerdo, nunca lo había pensado… supongo que sí.
- ¿Vivíais en el pueblo?
- No, en Barcelona, cerca de Sans, subimos al pueblo cuando murió mi padre.
- ¿Cuántos años tenías?
- Quince, estuve con mi madre un par de años y luego regresé solo a Barna.
La del café con leche se acerca a la barra, pide la cuenta. Lleva maquillaje estridente, minifalda infracorta y unas medias con rombos de colorines. Cuando sale del bar, Xamantha y yo nos miramos y rompemos a reír.
Ha comenzado a llover. Pocos se apuran para resguardarse. Es una llovizna fina, lenta, descafeinada.
- Deberíamos ir al cine un día de estos -digo.
- ¿Ponen algo bueno?
- Ni idea.