13.

Tengo mi cámara de fotos. Digital. Pequeña. Una marca coreana desconocida que me regaló Ana hace siete años. Cuatro mega pixels. Nunca he pensado en cambiarla. Me gustan mis fotos y mi cámara. Siempre la llevo aunque la uso poco, a rachas. Detesto la gente que va apuntando a todo sin permiso. Son como violadores. Yo disparo a paisajes, a los balcones que veo desde el patio interior que se abre a mi ventana, las antenas, los techos -de lejos, mi zoom es tan malo que no lo uso-, mis paredes desnudas, naturalezas muertas en el suelo de mi habitación.

Hago fotos, las guardo en el ordenador, las imprimo sin colores. Formas como sombras. Blanco y negro. No quedan bien, el grano demasiado grueso. Lo sé. No soy artista. No hago arte. Mis fotos no son para exponer, ni para vender, ni para subirlas a internet. No pretendo nada con ellas. Son para mí.