46.

Viernes. Llego sobre las ocho de la noche. Esta tarde no se ha quedado nadie del trabajo a tomar cerveza. Huele a porro en casa. Suena una música fiestera, zamba, cumbia, merengue. Avanzo por el pasillo hasta la sala. Cinco chavales y una nena de dieciséis o diecisiete años riendo, fumando, hablando algo que supongo será guaraní. Cómo vas, pibe, saludo a X. Hola jefe ¿quieres? - me dice ofreciéndome un porro humeante. Hago un gesto negativo con la mano.
Cierro la puerta de mi cuarto. Cambio el traje por un short y una camiseta. Voy a la cocina. En mi parte de la nevera sólo quedan tres huevos, y un yogurt. Pongo a hervir agua.
- Qué pasa señor Mateo, ¿no hay juerga hoy?
- Petit Henry, ¿cómo va todo?
- Nada, mirando a los niños divertirse.
La chica entra a la cocina. No nos mira. Coge un vaso. Se sirve agua del grifo. Tiene el pelo corto y un corazón pequeño tatuado detrás de la oreja.
- Las nuevas generaciones – dice el Henry cuando marcha.
- El futuro está asegurado.
Rebusco en mi zona de las estanterías.
- ¿Me dejas una cebolla Henry? Mañana bajo a comprar y te la devuelvo.
- Coge lo que quieras... ¿qué cenas hoy?
- Huevos y arroz… y un poco de cebolla frita.
- ¿No te cansas de lo mismo?
- A veces.
Pongo la cebolla en la tabla y comienzo a cortarla.
- Dicen que han abierto un paqui en Dos de Mayo que está bien…
Dejo el cuchillo sobre la meseta. Contemplo los azulejos de la cocina. Apago el fuego.
- Te invito a un shawarma - digo - paso de cocinar.