39.

- Henry, tío, esto hay que limpiarlo.
- Ya le dije al italiano que aquí siempre habíamos limpiado por turnos y que hay retomarlo porque si no nos va a comer la mierda.
- ¿Y qué te dijo?
- Que él sólo viene a dormir y que como no ensucia no limpia.
- ¿Y no se baña ni caga o qué cojone le pasa? Porque el lavabo este ya parece un nido de cerdos.
- Ayer yo andaba con prisas, cuando lo coja mañana a medio día hablaré con él despacito.
Justo en ese momento entra el paraguayo. Viene sonriente, sin camisa, con el patinete bajo el brazo, hola pibes, dice.
- Oye nene, estamos recogiendo dinero para comprar cosas de limpieza.
- ¿Qué cosas?
- Pues líquido de ese del suelo, un mocho, una escoba, hay que adecentar el chiringuito.
- No tengo pasta, tío.
- No tienes cinco euros, dice el Henry, el tono es ligeramente amenazador.
- Bueno, cinco euros sí.
Se mete la mano en el bolsillo, saca unas monedas, me las extiende.
- Y vamos a limpiar por turnos, hoy empiezo yo pero dentro de un par de días te toca a ti con el cocinero.
Vale, vale, dice, entra a su habitación y cierra la puerta.
Henry sonríe. Me hace una mueca que puede significar cualquier cosa.
- ¿Has visto mi barça? – le digo
- No me hables… ¿tenéis comprados a todos los árbitros?
- Sólo a los que no pagáis vosotros.