20.

1999. Barcelona. 26 de Mayo. Miércoles. Final de la Eurocopa. Manchester contra Bayern. Minuto seis. Uno a cero. Supermario de falta directa. Silencio inglés. Alemania ruge. Ochentaycinco minutos más tarde Beckham saca de esquina, Sheringham empata. El Camp Nou arde. Los ingleses no paran de gritar. Dos minutos después otro corner, otra vez saca el Spike boy. Solskjaer anota. Manchester for ever.
Las crónicas deportivas terminan ahí. Justo ahí comienza el guiri. El resto de la noche. De cómo los diablos rojos no dejaron cerveza en Barcelona. Tiene para rato. Enumerando los bares que cerraron entre el campo del Barça y plaza Cataluña, donde diez mil ingleses llegaron caminando, dejando tras de si un rastro de latas, botellas, vasos de plástico, ruido y orine, para acabar de mañana, compartiendo sillas y cervezas en la rambla con los desconsolados alemanes del Munich.
Xamantha le llena la copa cada vez que se queda sin cerveza. Está inspirado. La gente le mira cuando se exalta y grita. Yo le digo que baje la voz, que se siente. «relájate nene» Xamantha me sonríe, me guiña un ojo, yo le hago una mueca amistosa. Magenta prepara mojitos y caipiroskas. Tienen faena esta noche. El bar se ha llenado. Todos quieren cockteles. Magenta se estresa, su cara es pura tensión. Discute con Xamantha porque no ha llenado de hielo la cubitera. Parece una guerra.
Un flaco de gafas se impacienta y viene a reclamar las cervezas que había pedido.
- Pues siéntate y espera, chaval, le dice el guiri.
El tipo le dice qué quién es él y por qué cojones se mete. El guiri lo empuja. Me meto en medio. El flaco tira un manotazo torpe que me da a mi en el hombro. Hay cierto revuelo. Caen dos banquetas. Aguanto al guiri. El otro no hace nada más. Todo el bar se ha callado.
- Simon, vete de aquí de una puta vez, le grita Magenta.
Lo empujo fuera, a ver qué coño te pasa, tío, ya no sabes beber o qué.
Me dice que se le ha ido la olla, que entrará a disculparse. Parece más calmado. Está rojo. No sé si es por la rabia o el alcohol. De pronto comienza a dar patadas al suelo. fuck, fuck, holy fucking shit. La gente que pasa por la calle nos mira curiosos.
- Vete, ya vendrás otro día. ¿Te acompaño a casa?
Dice que no, que está bien. Lo veo caminar calle abajo, sin mirar atrás.