42.

He comenzado a hacerme fotos. Una por día. Serán una serie. Autorretrato. La semana pasada leí una revista de arte en El Salto. Había un artículo de un tipo que hizo algo parecido, un rollo conceptual que analizaba el paso del tiempo, las emociones, la relación del hombre y el entorno. Me gustó. Decidí imitarlo, dejar constancia de lo que soy.
Cada mañana agarro la cámara con las dos manos, los brazos estirados, apunto a mi cara y obturo. (¿Existe obturo? ¿Verbo obturar? ¿Yo obturo, tú obturas? Obturar no es lo que hacen los dentistas??? De todos modos ya no hay obturador, sólo un botón que transmite corriente.) En fin... Apunto hacia mí y disparo. Como un suicidio. Crónicas de eutanasia.
Mi cara al despertar. Rasurada, la sombra de la barba, más barba, más, otra vez rasurada. Sonriente, sarcástica, semidormida. Nunca había planteado mis fotos como algo intencionado. Convertía en imágenes lo que me gustaba, lo que me parecía interesante. Ahora hay una idea detrás de cada flash, una idea copiada, pero es mejor que nada. ¿Es esto de alguna manera un avance en mi carrera? ¿En qué carrera? ¿Hacia dónde corro? ¿Un paso en mi vida?¿Me estoy convirtiendo en artista?
Me pregunto cómo será revisar esta serie dentro de treinta años. Mis manos arrugadas, con manchas de viejo, ojeando el foto diario. ¿Duraré treinta años más? En mi familia los hombres nunca cumplen sesenta. Se borran un día, fulminados, corazón débil. De cualquier modo no me asusta la muerte, no me preocupa, no es interesante. La vejez me causa curiosidad. ¿Duelen mucho los huesos? ¿Vas perdiendo la cabeza poco a poco o te despiertas un día con el disco vacío? ¿Te das cuenta? ¿Te vas meando cuando falla la próstata? ¿Ligas? ¿Puedes follar? ¿Tienes ganas?

Alzo las manos, miro a la cámara, saco la lengua, bang!