27.

Atravieso Sant Antoni, cruzo el Paralelo, entro al Tinta Roja. Si traes aquí a una tía y no te la follas es que no lo vas a hacer nunca, me dijo alguien hace tiempo. Decorado de cabaret, penumbra, luces escarlata, espejos, un escenario, un trapecio. Parece que en cualquier momento saldrán coristas a bailar can can. Me siento en el salón del fondo con una Estrella. Hay poca gente. Me entretengo mirando los cuadros en las paredes, las fotos, los afiches; siguiendo el ritmo de la música con palmadas sobre la mesa. Voy a la barra, pido una Voll. Mientras me sirven entra una morena, delgada, altísima. No saluda al camarero. Camina hacia el fondo ajena a todo como la reina de un desfile. Regreso a mi mesa buscándola, la veo, me acerco.
- ¿Me puedo sentar? – no es guapa, tiene un rostro normal por separado, boca, nariz, ojos, pero algo en el conjunto no es armónico.
- ¿Perdón?
- ¿Que si puedo sentarme?
Me mira, sonríe, no, dice
Sonrío, aparto la silla y me siento.
- Te he dicho que no, dice mirándome a los ojos muy seria
Hago una mueca «vale» Regreso a mi mesa. Media cerveza más tarde llegan tres chicas y se sientan con ella. Hablan. En algún momento se viran hacia mí y ríen.
El aire de la calle es refrescante. Reviso la agenda del móvil. Dudo si llamar a Neus. Nunca coge el teléfono pero en noches como esta siempre acabo llamándola. Debí haber pasado por el Calipso, esperar el cierre, dar una vuelta por ahí con Xamantha y luego irnos a su casa.
Ahora ya habrán cerrado. Es demasiado tarde.