18.

Me llamó Ana. Me dijo lo de siempre. Que nunca la llamo, que mamá pregunta por mí. «tienes que preocuparte más, se está haciendo mayor» «ya sé» Le dije lo de siempre. Estoy ocupado, trabajo mucho, un día nos vemos y hacemos un café y hablamos un poco, un fin de semana de estos quedamos para subir al pueblo.
- Hace un par de años no vas, fulano se casó, el viejo tal se ha muerto
Me siento incómodo, no me interesa. Es como si me hablaran de cosas que ocurrieron en otra vida; ni siquiera en la anterior, en siete o diez vidas atrás. Dice que le va bien con el marido, le han subido el sueldo, vende mucho y se lleva buenas comisiones.
Yo cuento poco. Mi insomnio persistente, el trabajo bien «me pagan y eso»
- Bueno Anita, guapa, la próxima vez te llamo yo, de verdad, te lo prometo, un besote, chao.
Colgué y llamé a mi madre. Se puso contenta. Habla a gritos, tengo que separarme el teléfono de la oreja. Me pregunta si como bien, si duermo, cómo me va la alergia -todos en la familia somos alérgicos a los ácaros, al polvo- «sobreviviré mama, el sueldo me da para pañuelos.» Le digo que subiré a verla cualquier día de estos, que he hablado con la Cris y le manda saludos -es mentira- No sé qué mas contarle. Me pasa siempre. Voy hablando y pensando qué decir luego, buscando temas de conversación. Le pregunto por los vecinos, por el jardín. «el hijo de mengana está grandísimo, fulano se casó, el viejo tal se ha muerto» «ya lo sé, me lo dijo mi hermana» «ahora los nietos se están peleando por la casa, uno quiere venderla y el otro…»
- Mama, tengo que dejarte, te llamo otro día ¿vale? besos
Cuelgo.