7.

Lorena y yo nos hicimos amigos. Ella también acababa de salir de una relación. De su ex hablaba poco. Siempre tuve la sospecha que ni siquiera había sido un tipo que la había marcado. Estuvieron juntos nueve años pero daba la impresión que si Lorena echaba algo a faltar de ese tiempo era la cálida costumbre de no sentirse sola en casa. Cada día, sobre las 10:30 yo desayunaba y le llevaba un café con leche de la máquina. Ella no podía alejarse de la recepción. Sobre las 2:00 comíamos. Se traía elaborados platos que calentaba en el microondas. Lasaña de carne y berenjena, rissoto de parmesano con salmón y piñones, Bacalao al Idiazabal. Parecía que pasara toda la noche cocinando. Era divertido comparar sus tuppers con los míos. Siempre pasta o arroz con salchichas que me hacía a toda velocidad en las mañanas antes de ir a trabajar. A veces ella traía comida de más y me alimentaba como una hermana o una novia hacendosa.
- Hoy tocan lentejas, querido
- Si me gustan las como y si no…
- Pues ya sabes
- ¿Llevan verduras mamá?
- Claro cariño
- No me gusta lo verde
- El verde te hará grande, tienes que comer verduritas, pescado y frutas.
- Bueno bajaré al super a comprar un postre
Traía tartas de chocolate, helados, profiteroles. Cualquier cosa cercana a las 1000 calorías. Lorena se lo comía a regañadientes. Juraba que lo sudaría luego en el gimnasio.
- Me obligas a hacer horas extras malvado.
- Ya estás bien así mami.
- Ya lo sé pero si me guío por tu dieta, en dos meses pareceré una foca.
- Así nadie te mirará y te tendré solo para mí.