52.

Salgo de trabajar, hago la compra. Me baño, cocino, como algo. Bajo, tomo un cubata. Converso, tomo otro. Río, una cerveza. Vuelvo a casa a la una o las dos. Duermo, despierto, me hago la foto, lavo mis dientes, saludo al Henry. Voy al trabajo.
Los fines de semana me levanto tarde, como muy tarde, carajillo, copa, veo el futbol o voy al bingo. Quedo con el guiri, escucho sus historias. Después de tanto tiempo comienza a repetirse pero siempre añade detalles nuevos. El día en que conoció a Jerry García, la final de la Champions del 89, la temporada de ocupa en Amsterdam, Australia sin papeles, el interrail, el camino de Santiago.

La rutina suele pintarse gris. Para mi es dulce y aletargada como un sueño de opio -como imagino deberá ser un sueño de opio: lento, feliz.-

Alguna vez he intentado cambiar, hacer cosas sanas, al menos alejarme del alcohol.
Salir del trabajo, ir a la biblioteca, leer una revista, cocinar algo que lleve tiempo -ir al mercado, comprar, regresar, cortar el solomillo, seguir al Arguiñano «salpimentar, aceite virgen extra…» «la patata cociendo, la cebolla pochando, todo al pasapuré, un poquito de perejil… »-, poner la mesa, comer tranquilo, fregar los platos, dormir la siesta, jugar en el ordenador, hacer ejercicio, salir a correr, encender la tele, hacer zapping entre películas, anuncios, series, programas de gente que se grita.

Termino siempre bajando, yendo a lo del Pau y pidiendo un Bacardí-Cola.