16.

Y un día llego al Calipso del brazo de Lorena, riéndonos de un chiste muy malo -¿Por qué le dicen la caperucita roja? Porque lleva en el cuello un gran lazo verde- y siento en la mirada de Xamantha un brillo especial. Lorena se pide un gintonic, Bombay Sapphire, yo Bacardí con cola. Nos sentamos al fondo. Fue Magenta quien vino a traernos las bebidas.
- Así que es aquí donde vienes siempre.
- A veces.
- Ya.
- Son guapas las camareras ¿no?
- Son guapas.
Sólo estábamos nosotros en el bar. Era jueves. Hablábamos, reíamos, Lorena fumaba, me contaba de su ex-marido. Un tipo raro, escultor, fanático del porno pero increíblemente malo en la cama. Los ojos de Xamantha no volvieron a encontrarse con los míos pero no podía arrancarme de la cabeza aquella mirada que me dedicó al entrar. Sobre las doce y media pregunté a Lorena si quería otro gintonic. Dijo que no «mejor nos vamos ya, tu también deberías, a ver si un día llegas a trabajar con cara de persona»
Pagó ella. Dijimos adiós a las chicas, salimos. La acompañé al metro. Nos despedimos con abrazos. No lo dudé. Volví al Calipso. Magenta se ha ido, no hay nadie. Xamantha y yo hablando. «Y cómo son tus noches, chiquilla?» largas, dijo, largas. Comienza a recoger, son casi la una y hay que cerrar. La ayudo. Paso una bayeta húmeda por las mesas, apago las velas -en el Calipso tenían una pequeña vela encendida en cada mesa- «Esto de recoger te convierte en cliente VIP» «Creí que ya lo era» «¿Un cubata más? la casa invita» «Me acompañas tú» «Claro»
Baja las persianas de la calle. Me sirve un Bacardí con cola y para ella una copa de tinto. Saca el dinero de la caja y comienza a contarlo.
- ¿Y no acompañaste a tu amiga a su casa?
- Ya es grande, se sabe el camino.
- ¿No tiene novio?
- Creo que no.
- Pobre, seguro va a dormir sola, con el frío que hay…
Quedamos mirándonos, otra vez ese brillo. Le acaricio el pelo, nunca la había tocado. Inclina un poco la cabeza. Acerco mis labios a los suyos. Entra en mi beso.