41.

Este viernes es el último día de Lorena en Inventia. Se va a Londres. Dice que quiere cambiar de aires y estudiar inglés. Se le ha metido en la cabeza que hay que saber idiomas para ser alguien en la vida. Yo sé inglés y mírame aquí, le digo. Dice que lo tiene que hacer ahora. Que luego vendrán compromisos, hijos «y todo ese rollo». Lleva años imaginando cómo será vivir fuera de España. Cree que este es su momento.
Hace un par de días me invitó a cenar a un japonés en Numancia, luego nos fuimos al XIX. Yo no sospechaba nada. Después de su primer gintonic me abrazó, dijo que se iba y que iba a echar de menos a su hermanito -hacía un tiempo me llamaba hermanito-. Primero pensé que dejaba el trabajo y comenté que no era para tanto. «es sólo un curro nena, no pasa nada.» «me voy a Londres, querido»
Infinita tristeza.
No nos habíamos acostado más desde aquella cena. «¿Quieres venirte a casa?». Dije que sí. Me preguntó malévola si no le importaría a mi camarera. No es mi camarera, contesté.
Hicimos el amor. Tiernos. Me besaba en las mejillas, en los ojos.
- Me casaría contigo si fuera más joven y más tonta.
- Sólo eres seis meses mayor que yo.
- Tú tampoco eres joven.
Se levantó, fue hasta la cómoda, encendió un cigarro y se acercó a la ventana para echar el humo hacia fuera. La hubiera retratado de haber tenido la cámara. Fumando en la ventana, desnuda, de espaldas a mí.
Habló sin volverse.
- ¿Me irás a ver a Londres?
- No me va viajar, mami.
- Ya lo sé, cariño… escríbeme.