44.

Contemplo en el vaso mi último trago de Macallan. He de comprar otra botella. Macallan, 12 años, 36 euros en El Corte Inglés, hubiera dicho el Rodri. Quizás me regale una 18 años para mi cumple. Más cara, 80 euros, pero un día es un día. También podría cambiar un poco, y probar Lagavulin, Glenmorangie o el ron aquel.
Rodríguez me ha hablado de un ron guatemalteco. Zapaca. Una verdadera delicatessen, dijo con ademanes de sibarita melancólico. «¿Guatemalteco? ¿Qué hay en Guatemala, Rodri? ¿Ruinas indias? ¿Tucanes? ¿Algo más?» «Zapaca, chaval, 23 años de añejo, 45 euros en El Corte Inglés» «Pareces un comercial de radio, abuelo» Ron con nombre de tequila. Suena a mejicano. Zapaca, zamarra, zopilote, zopenco, zambrana, zanzíbar, zariguella, zumalla, zonzo, zarzaparrilla.
Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.
Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?
Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo.
Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo.
Me recuesto al muro de la azotea. Una mujer tiende ropa en su balcón varias calles más allá, no la distingo, parece vieja pero no puedo estar seguro. Hay aire y las sábanas ondean en el tendedero como banderas. Tengo la sensación de estar en un zoológico o ser un policía de películas al otro lado del cristal. Quizás alguien me observe también a mí (me observa observando a quien observo, como un dios que tras de dios mueve las piezas) Miro alrededor buscando al presunto espía. Alguna vez leí una historia de francotiradores, debe ser algo así. Apostarse en una azotea buscando un blanco. Paranoias varias.
Bebo el último trago del vaso. Luego agarro la botella y la empino. Ruedan lentas gotas doradas hacia mi boca. Las siento caer en la lengua. Tibias. Aromáticas. Feliz bajo a por la cámara.